El “principio de precaución” es un concepto que se invoca para adoptar medidas de protección cuando una evaluación científica, multidisciplinar, independiente y hecha en base a datos empíricos disponibles, no permite valorar los niveles de riesgo de determinado suceso, si ese suceso puede afectar a la salud humana, animal, vegetal o medioambiental. Fué adoptado por la Unión Europea en el año 2000 indicando las directrices para invocarlo. Cuando se recurre a él es porque a partir de ese instante son consideraciones políticas, y por tanto los gobiernos, las que se encargarán de decidir qué medidas de protección se habrán de tomar.
En principio es un buen principio, valga la redundancia. La seguridad de todos es lo primero. Y bien explicadas, las medidas tomadas en consecuencia son aceptadas y consentidas por el pueblo de forma sumisa. El problema viene cuando se abusa de él alegremente o dirigida ideológicamente sin reparar en sus consecuencias.
La secuencia suele repetirse más o menos de esta manera: Surge un suceso cuyas causas y funcionamiento desconocemos; a pesar de ello hacemos elucubraciones sobre lo que podría ocurrir (siempre catástrofes); entidades científicas, técnicas y/o no gubernamentales, emiten sus informes sobre esas elucubraciones; los informes son aireados en grandes titulares de prensa; los gobiernos piden urgentemente evaluaciones de riesgos; los expertos no son capaces de ello por lo cual emiten predicciones y proyecciones basadas en modelos matemáticos que aplican esos mecanismos que precisamente desconocemos; finalmente los gobiernos toman la batuta y deciden que medidas hay que tomar invocando el principio de precaución. Normalmente esto produce alarma social, la adopción de medidas de elevado coste. Coste que siempre paga el pueblo en impuestos y restricciones a sus libertades, y de forma sumisa “en nombre de nuestra seguridad”.
Bien utilizado, con proporción, coherencia, analizando las ventajas e inconvenientes, evaluando el coste-beneficio, y sometiéndolo a continua revisión científica y política, el principio de precaución es muy positivo. Pero su invocación se ha convertido en algo que se toma muchas veces a la ligera. Bajo este paraguas los gobiernos se facultan para decidir lo que es bueno o malo para nosotros y acaba sometiendo a la ciencia y a la sociedad a lo “políticamente correcto”, acallando cualquier voz crítica.
Para mí, las medidas sobre el cambio climático, sobre la falsa pandemia de la gripe A, o las medidas estrafalarias en los aeropuertos contra el terrorismo son claras muestras de ello. Esta semana el asunto del volcán Eyjafjallajokull (menos mal que he copiado y pegado) podría analizarse desde este punto de vista.
Los vulcanólogos islandesdes miden los datos. Se los pasan a la Oficina Meteorológica británica (sí, la que predijo un invierno suave en Reino Unido) para que haga el seguimiento de la nube de cenizas en el noroeste de Europa. Éstos le pasan la pelota sobre el límite tolerable de cenizas fuselajes a la Autoridad de la Aviación Civil de Gran Bretaña. Éstos últimos le pasan el marrón a la Organización de Aviación Civil Internacional que dice que los fabricantes de motores y aviones consideran que los aviones deberían estar expuestos a una ‘tasa cero’ de cenizas. A su vez, la experiencia que se tiene sobre aviones volando entre cenizas es de dos casos en los 80 que no acabaron en accidente (aunque sin motores). El gobierno de Gran Bretaña cierra su espacio aereo, y como fichas de dominó, el resto de los paises europeos implicados.
Mientras, las autoridades no mueven un dedo para hacer mediciones sobre la densidad de las cenizas in situ, a lo largo de la nube, y las restricciones se toman basándose en imágenes de satélite y modelos matemáticos (como no). Los únicos que hacen pruebas empíricas son diversas compañias aereas que hacen 40 vuelos para comprobar los riesgos y no reportan daños.
Resultado. Un continente paralizado (y con implicaciones en otros). Millones de pérdidas. Trastornos a la ciudadanía. Y la demostración del caos entre nuestros gobiernos dejando pasar días para ponerse de acuerdo en las medidas a tomar. ¿Quién pagará todo esto?, ¿cuanto habrá que esperar para ver las medidas de subvención de la UE a las compañías aereas para asegurar la supervivencia?, ¿qué leyes, impuestos o tasas nos pondrán?. Al final pagaremos todos.
¿Justificado?. Puede que sí. O no. A veces no hacer nada es lo mejor que se puede hacer.
Globalmente el principio de precaución es muy útil para ciertos activismos e ideologías porque impide el debate científico. Las evidencias y las pruebas son apartadas por los que hacen reclamaciones injustificadas y caprichosas. Y cuando se cierra el debate logico y racional, cualquier intento de crítica se hace imposible. Esto es lo que hace de este principio algo tan peligroso. Acaba generando un fanatismo casi religioso del cual tenemos muchas referencias históricas.
Cada vez más nuestros gobiernos caen en la ligereza de gobernar a golpe de principios de precaución. Quizás no sea tan a la ligera, porque la política ha descubierto una magnífica herramienta de control de masas.
Yo soy precavido con el principio de precaución.
Bueno Pepe. Yo te digo lo que opino, aunque ya lo sabes. Yo no hubiera volado ni con Superman, a mi me regalan un billete para volar en plena ebullición de Volcano y ni de guasa. Lo siento es mejor prevenir que curar. Aunque te doy la razón que en muchos aspectos somos demasiado alarmistas. De todas formas es mejor ser precavido con el principio de precaución como tú dices.
Kisses. Inmiki López.
Hola Inma. Habría que ver cual hubiera sido tu decisión sin la alarma generada. De todas maneras la decisión hubiera sido tuya. La cuestión es que tomen las decisiones por ti en base a ¿qué criterios?. No digo que yo no hubiera hecho lo mismo pero espero que algún día no me prohiban coger el coche porque hayan demasiados accidentes. De todas maneras ya sabes que yo te creo a pies juntillas. Si dices que no vuelas… no vuelo
Gracias por tu comentario.
Principio peligroso en manos de gente peligrosa, por aquello de quién vigila al vigilante…no se si me explico jeje, y es que el mecanismo del miedo y la alarma social mediante los medios de comunicación pueden dar lugar a manipulación informativa para facilitar la consecución de quién sabe qué fines y con qué intención.
Hola Francis. Curiosamente es conocido el ansia de grandes titulares de la prensa. El negocio es el negocio. Los grandes titulares venden. Los grandes titulares dan pié a grandes declaraciones, y, según que fines, justifican grandes decisiones. Claro que pensando como pensamos corremos el riesgo que nos tachen de paranoicos que ven una mano negra manejando el mundo. Pero está claro. No hay mano negra, está más clara que nada. El poder es lo que tiene, sea del signo que sea. Solo hay que promover que la gente tenga un pensamiento propio para influir en el estado de opinión. Y los políticos se mueven según los estados de opinión. Que luego llegan las elecciones y no mola perderlas
Gracias por tu comentario Francis.
Hola de nuevo Pepe,creo que debo ser consecuente con mi opinión, y es por ello que debo decir que los grandes medios de comunicación están en manos de determinados círculos de poder, con lo cual la información, en muchos casos, deja de ser objetiva, y ello acaba influyendo en la opinión de la sociedad, inculcando una manera de pensar, de opinar. Esto es algo evidente y reconocido; el País favorece al Psoe, ABC promonárquico, la Razón al pp, etc…No estamos descubriendo nada nuevo.
Pero por otra parte, y en lo que se refiere a las decisiones de carácter global, existe el grupo Bilderberg, un grupo selecto y privado de personas con gran influencia y poder a nivel mundial, y estan detrás de muchas decisiones importantes (recordemos a los lobbys). Vamos, que manejan el cotarro.
Para terminar me reafirmo en que los políticos son meros empleados del poder, siguen directivas del poder, y coincido contigo en la importancia del pensamiento crítico individual, pero objetivo. Ya es difícil!.
Perdón si soy demasiado…malpensado jejeje, pero qué sería de un hombre sin ideas.
Un saludo.