A veces yo mismo me sorprendo de la capacidad (o facilidad?) para implicarme en las relaciones personales con los demás. Muchos me lo echan en cara, de buena fé, por el riesgo a sufrir desengaños, decepciones… Pero esa posibilidad se compensa con creces con las satisfacciones y los buenos sentimientos que me genera conocer intimamente a personas y que te conozcan de la misma manera a ti. En el fondo es una actitud egoista. Pero no me entendáis mal. Creo que todos lo somos, en el sentido de que hacemos lo que hacemos, en el fondo, para obtener una recompensa que nos satisfaga. Y las relaciones verdaderas (o quizás haya que llamarlas relaciones sentidas), para mí, son un continuo dar sin esperar nada, pero que siempre devuelve algo. Y das cosas especiales… y recibes cosas especiales… Y eso da valor a la vida.

Profundizar en el conocimiento de la gente, que ésta se convierta en importante, hasta el punto de dejarte profundizar tu mismo por ella, es como extender tu vida más allá de tu cuerpo. Vives un poquito en los demás. Y los demás viven un porquito en ti. Los que quieres. No se si pensaréis lo mismo, pero yo lo percibo así. Y es algo increible. Porque al final siempre conlleva amor, cariño, amistad. Y disfrutar de esa capacidad no tiene precio.

Soy así. Muchas veces se sufre, sí. Pero compensa. A todos y todas que, aunque no lo queráis, vivís un poquito en mí, que sepáis que compensa… que no lo cambiaria por nada. Que me alegro de conoceros.

Pues sí. Así creo que vivo la vida. Y el primero que disfruta de eso soy yo. Si yo no disfruto, no creo que los demás disfruten conmigo. Es una necesidad. ¿Por qué no disfrutar siendo así?. Salvo las desgracias y las tristezas personales todo se puede hacer y afrontar con un espíritu alegre. Los problemas no van a empeorar porque estés alegre, con humor y siendo divertido; y tampoco van a mejorar con una actitud de seriedad y enojo. ¿Qué haría yo si me quitaran esta actitud ante la vida?. Sinceramente, no sería yo. Y no ser uno mismo es, al fin y al cabo, no ser.

A todos y todas que pasastéis por mi vida, una sonrisa . Cuando leáis esto yo os estaré sonriendo, porque sé que también me hicisteis sonreir. Si alguna lágrima hubo, una sonrisa más también. Eso no tiene precio. Así que gracias por ello.

“Me da igual” es una de esas frases medicinales que uno utiliza como autoprotección. Te la recomiendan los mejores cirujanos cardiovasculares con el fin de evitar daños en el corazón y hacer que tu sangre fluya adecuadamente. La mayoría de las veces viene asociada con un tratamiento de “tú te lo pierdes”. Te dicen que en las dosis adecuadas tu salud se fortalece. Pero no te dicen que tiene efectos secundarios. Un tratamiento prolongado suele conllevar a una conversión de tu sangre en horchata y una bajada del pulso hasta llegar al electrocardiograma plano. Es en ese momento en el que tú, como paciente de ti mismo, tienes que decidir si vagar por la vida como un zombi o terminar con el tratamiento. “Me da igual” y “tú te lo pierdes” puede que eviten sufrimientos. Pero no, NO ME DA IGUAL, no te lo pierdes tú, ME LO PIERDO YO. Todo aquello que merece la pena te da alegrías… y te las quita… Es lo que hay.

Si el viento se lleva las cosas que quieres… tendré que conformarme… pero no me da igual.

I close my eyes
Only for a moment and the moment’s gone
All my dreams
Pass before my eyes a curiosity
Dust in the wind
All they are is dust in the wind

Same old song
Just a drop of water in an endless sea
All we do
Crumbles to the ground, though we refuse to see
Dust in the wind
All we are is dust in the wind, oh

Now, don’t hang on
Nothing lasts forever but the Earth and sky
It slips away
And all your money won’t another minute buy
Dust in the wind
All we are is dust in the wind (all we are is dust in the wind)
Dust in the wind (everything is dust in the wind)
Everything is dust in the wind
The wind

Pues sí. Los días pasan y muchos son como otros y otros no. En esos días que prevés como especiales te levantas con la ilusión de lo que te pueda pasar. Pequeñas cosas. Esas pequeñas cosas son como pequeñas lucecitas. Cada una con un color. Cada una con su propio brillo. Pequeñas lucecitas que otros y otras van colocandote confirmando que ese día especial lo es gracias a eso. Y vas haciendo espacio poco a poco para que cada lucecita vaya ocupando el lugar que se merece y recibirla con cariño, como no podía ser de otra manera. El día especial se convierte en un gran mosaico de lucecitas de colores. Y se va llenando. Y vas reservando espacio para la lucecita que falta. Porque tiene su sitio especial. Y esperas. Hasta el último minuto, hasta que no te queda mas remedio que cerrar el día. Hasta que llega el momento de contemplarlo, preciosamente iluminado, y te das cuenta de que falta una. Que le reservaste un sitio especial pero se quedó vacío. Que no puedes poner otra que no sea esa. Y le haces una foto al día para guardarla. Y te das cuenta de que la que falta, aún en su ausencia, le da un brillo, otro brillo, un brillo triste. Y duele.

Los días pasan. Y las pequeñas cosas tambien.

Las cosas cambian. Al principio quieres juguetes y te llevas una decepción cuando tus padres te regalan ropa. Cosa que cambia a medida que vas creciendo. Aunque pasas de vez en cuando fases en las que prefieres algo que funcione a pilas, baterías o se enchufe. Pero luego, a estas alturas, te das cuenta que hay cosas con mucho más valor que no se pueden envolver en un papel de regalo. Me refiero a que alguien se acuerde de ti con un recuerdo, un pensamiento o unas palabras. Eso es lo que vale. Porque para mí, estar en el pensamiento de alguien, que se acuerden de ti el día de tu cumpleaños no tiene precio. Es como una invitación a su casa de los recuerdos y dejar una fotito tuya con marco y todo en el mueble del salón con otros invitados especiales. Y eso es un privilegio.

Así que, para tod@s aquell@s que el día de hoy, o cualquier día, se acuerden un poquito de mi: GRACIAS DE CORAZÓN.

Hoy es mi cumpleaños, 44, lo cual confirma que me siento como si tuviera 22 por duplicado. Hoy me dan ganas de decirme a mi mismo: “Pepe… eres un tío cojonudo”. Me lo váis a permitir, porque es el único regalo que me voy a hacer. Así que… no me desaprovechéis jajajajajaj.

Y, como siempre, un vídeo musical. Esta la escuché ayer y… ¿por qué no?.

Hace relativamente poco tiempo, Carlos, psicólogo del Teléfono de la Esperanza de Málaga, me dijo algo parecido a esto (no lo recuerdo textualmente): “Pepe… Te voy a mandar unos deberes para casa. Vas a coger un bote transparente y bonito y vas a ponerte a pensar en cuales son tus valores personales. Aquellos que te definen a ti mismo. Aquellos sin los cuales no eres tú. Aquellos por los que merece la pena ser quien eres. Y por cada uno que encuentres, mete una piedrecita dentro de tu bote”.

Pudiera parecer algo sencillo. Pero no lo es. Porque requiere profundizar mucho en uno mismo y descubrirse de tal manera que sobrecoge lo que vas descubriendo en la inmensidad que puede ser tu mundo interior. Una cosa me advirtió Carlos… no pienses en los valores que te atribuyen los demas o en tus valores con respecto a los demás, sólo los que son tuyos por sí mismos.

Así que me puse manos a la obra. O neuronas a la obra más bien.

Pese a la tormenta de ideas que me surgía, parecía que había un valor que estuviera levantando la mano diciendo “¡¡¡ yo primero, yo primero !!!. Así que era inevitable. La primera piedra en el bote tenía que ser el AMOR. Ésto es parte de lo que descubrí de mí: more…